La segunda venida de Hilda Bustamante: una novela sobrenatural donde conviven la muerte y la ternura
La autora argentina, Salomé Esper, revive a unamujer que, un día, rompe su tumba para volver con su familia.
Las palabras muchas veces sanan y otras, enardecen. Hay infinitos libros sobre el duelo, que ayudan a aliviar el dolor o a procesar la pérdida de nuestros seres queridos, pero no muchos hablan de lo que podríamos hacer en el caso de que la persona que más queremos en el mundo, resucite.
Salomé Esper le devuelve la vida y la voz a Hilda, una anciana que abandona este plano en una circunstancia algo trágica, para luego desconcertar a un pueblo entero: a su marido, su nieta y sus amigas de la Iglesia, quienes intentan guardar el secreto y habituarse nuevamente a un afecto vivo.
En una entrevista con BigBang News, la autora habla a fondo de su primera novela y nos cuenta todo acerca de una historia desgarradora y cálida a la vez.
-¿Cómo surgió la idea de escribir sobre la resurrección? ¿Cómo fue el proceso creativo?
-Fue una elección a partir de una consigna de escritura que decía algo así: elegir libros, películas y obras de cualquier tipo y ver qué había de recurrente entre ellas. En mi lista lo recurrente era un elemento fantástico o sobrenatural, y apenas lo identifiqué pensé en alguien volviendo de la muerte; en ese mismo momento supe que ese alguien tenía que ser una mujer mayor, lo que a mí me resultaba un poco gracioso porque proponía entonces un personaje del que poco se podría esperar: una señora que vivió una vida bastante común que para muchos sería incluso aburrida. En ese sentido, para mí, no es una historia de redención ni de segundas oportunidades, sino de la aparición de algo fantástico, de un evento maravilloso, en lo común de una vida cualquiera, y sobre qué puede, sabe o quiere hacer alguien así con eso maravilloso, quebrar un poco el ansia por la productividad o funcionalidad que se espera incluso ante un milagro.
-¿Te inspiraste en algún personaje o persona real para crear a Hilda? ¿O a la familia que se logra ensamblar?
-En realidad no. Para mí cada personaje se apareció con una contundencia que todavía me asombra y fue en la escritura misma que se desarrollaron y terminaron de presentarse. No me pude separar de una primera imagen de cada uno de ellos y a partir de esa imagen pensaba sus gestos y movimientos, aunque en el libro hay muy pocas descripciones de lo físico, y eso fue intencional.
-¿Pensaste que tu obra iba a tener tanta llegada? ¿Qué sentiste al ver la repercusión del libro?
-No me lo imaginé antes y creo que ni siquiera lo estoy procesando ahora. Cuando terminé de escribir la novela la compartí con seis personas muy cercanas y a todos les gustó. Eso me animó a pensar en una idea que para mí era arriesgadísima: autopublicar 100 libros, con ayuda de una amiga que hace encuadernaciones y después pensar quién querría leer eso. La séptima persona que la leyó fue el editor de Sigilo, Maxi Papandrea, a quien le mandé la novela con el máximo arrojo posible, pero sin esperar ni la que fue su respuesta ni esta repercusión. Sigo muy asombrada.
-Hilda, el personaje más entrañable de la novela, vuelve para aliviar el duelo de su familia, para curar cosas pendientes. ¿Creés que tu obra te acerca a tus lectores en cuanto a empatizar con la pérdida?
-Estoy convencida que Hilda no vuelve por una razón, me gusta pensarlo así, porque en realidad no había nada que restituir, siguiendo con la idea de una historia que no busca la redención. Lo que se da y que parece restablecer algo roto es en realidad la continuidad de un cariño inmenso, con su familia, con sus amigas. Porque es ese cariño que ya no se puede volcar en alguien querido el que quedó a la deriva con su muerte, quizás por eso parece que se restituye algo. Me escribió alguien que estaba atravesando un duelo al tiempo que leía el libro, y me contaron de algunas experiencias cercanas al duelo que dialogaban con algunos pasajes de la novela. Para mí fue muy curioso porque hace mucho tiempo me pasó algo similar con un poema que hablaba también del duelo. Y es muy conmovedor que alguien te lea y sienta esa cercanía, no sé si ayude a empatizar o a elaborar, quizás sea una compañía, una superficie reflejante de algo que ya se traía. El duelo es un tema universal y para mí también una incógnita y algo muy difícil de procesar, quizás lo que acerque a los lectores es que no hay un solo duelo sino varios, varias formas de sentir el dolor de una pérdida, sea de alguien querido o de un viejo deseo o de un espacio de comodidad o seguridad. Creo que en ese abanico amplio hay más posibilidad de encuentro con quien lee. De todas formas, la lectura es otra incógnita, puede ser ese acto generoso de despojo de uno mismo y de escucha atenta a otras palabras pero también puede ser otro acto de consumo como tantos más.
-¿Considerás que fue un desafío crear un universo en donde los límites entre la fantasía y la realidad son difusos?
-Más que un desafío creo que esa fue y es la parte más divertida, quebrar lo lineal o esquivar lo esperado. A mí particularmente me atraen mucho las historias absurdas y lo irreal colándose por todos lados. Me parece que de todas maneras esta novela amaga con desbordar, pero no lo hace, en ese sentido es bastante contenida. Me encanta el desborde, pero no era lo que pedía esta historia.
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