Mordiendo en el vacío: la novela de Cantini sobre un crítico gastronómico sin gusto, ni olfato
El escritor se pone en la piel de Adil, un joven que vive buscando sabores.
Al contrario que todos los niños de su edad, Adil no puede disfrutar de las golosinas que le regala su abuelo, aunque este último lo ignore durante años. Desde muy pequeño, conoce la crueldad a mano de sus compañeros de la escuela, quienes lo perciben diferente y se lo hacen saber en carne viva.
Entre recuerdos turbulentos de su infancia y una ira profunda, Adil vive una vida que trastoca sus otros sentidos. Un hombre que, con astucia, se convierte en un maestro del engaño.
Sin gusto ni olfato, Adil se vuelve crítico gastronómico y deslumbra a todos con sus reseñas de los bares y restaurantes más exóticos de la ciudad. Paralelamente, reparte violencia entre personas que no son las destinatarias originales de ella y hace crecer día a día su odio, potenciándose con cocaína y alcohol.
En una entrevista con BigBang, Juan Pablo Cantini habla en profundidad del proceso creativo de su primera novela, que atrapa desde la primera página por su rabiosa dicotomía.
-¿Cómo surge la idea de escribir sobre un crítico gastronómico que carece de gusto y olfato?
-En el momento que surgió la idea, hace unos ocho años, estaba trabajando como barman y como periodista gastronómico. Al mismo tiempo había investigado el mundo gourmet para una tesina ensayística sobre el paladar argentino y la idea del gusto como un producto cultural y social atravesado también por la cuestión de clase. Todo eso, me hizo pensar en lo que después fue Adil. En cómo sería una persona que nunca hubiese podido oler o degustar un plato.
-¿Cómo fue compaginar la ternura del vínculo de Adil con su abuelo con el bullying que sufre en la niñez y posteriormente los excesos? ¿Fue difícil esa dicotomía?
-El abuelo, de algún modo es el refugio o intenta ser el cable a tierra de Adil. Creo que es un personaje que pedía o necesitaba ese lugar de ternura en medio del abandono y la violencia en la que se encontraba sumergido. Intenté que el pasaje de ese pasado crudo en la infancia a los excesos no fuera lineal. Es decir, hay un vínculo, pero lo que hace el personaje no se justifica a partir de esa niñez sufrida. En ese sentido disfruté de construir la dicotomía que mencionás y de plantear un personaje al que se puede querer en algunos momentos y odiar en otros.
-¿Creés que el progresivo éxito que va alcanzando el personaje en su carrera puede convivir con la ira tan profunda que siente?
–Creo que Adil no puede apropiarse de ese éxito, lo intenta, pero de algún modo la ira nubla su capacidad de análisis o disfrute. Yendo a tu pregunta te diría que las dos cosas conviven bastante mal en el personaje y eso es parte de la fuerza que siempre está ahí por hacerlo estallar.
-A la hora de crear un personaje tan complejo, ¿qué tenés en cuenta para la construcción de esos matices? ¿Qué no puede faltar en tu proceso creativo?
-Una vez que entro en el personaje, los matices van surgiendo en función de lo que me pide él y el texto. Creo que en mi proceso creativo no puede faltar el ensayo y la insistencia hasta encontrar la palabra, la frase o la imagen que necesito. No pueden faltar tampoco páginas enteras que van a quedar afuera y muchos párrafos eliminados.
-¿Qué autores te inspiraron a la hora de escribir tu primera novela?
–Te desdoblo la pregunta. Me inspiraron y me siguen inspirando los maestros con los que hice y hago taller: Natalia Rozenblum, Luis Mey y Natalia Zito. Aunque escriba textos diferentes a lo que ellos hacen o vaya por otro lado, siempre los tengo ahí. Creo que ese vínculo de profesor alumno, tal como le escuché decir alguna vez a Christian Ferrer, es para toda la vida. Ahora, en cuanto lecturas, te puedo decir que cuando empecé a escribir el primer borrador de ‘Mordiendo en el vacío’, estaba muy enganchado con Houellebecq, especialmente con ‘Ampliación del campo de batalla’ y ‘La posibilidad de una isla’ y también con ‘Psicópata americano’ de Bret Easton Ellis y ‘El perfume’ de Patrick Süskind. Claro que luego hubo otros, el proceso de escritura de ‘Mordiendo en el vacío’ fue mutando y yo también fui cambiando durante ese tiempo. De todas formas, creo que tanto en mi primera novela como en lo que estoy escribiendo ahora, las lecturas previas aparecen de improviso y desordenadas. Como un caos que mezcla personajes y situaciones leídas hace mucho tiempo con lecturas actuales.
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